Autoestima, Ministerio y Miseria. Parte 1
Por Dr. Clay Jones. Universidad de Biola.
La mayoría de la gente obtiene su autoestima de sus vocaciones/trabajos y esto no es menos cierto para los que están en ministerios cristianos. La mayoría de los cristianos en el ministerio—ya sea apologética, adoración u otro ministerio cristiano—quieren ser reconocidos, o al menos más conocidos, y más respetados de lo que son. Vemos otros ministros de renombre y deseamos tener el renombre que ellos tienen y nos esforzamos por conseguirlo porque basamos nuestro valor y autoestima en el éxito de nuestro ministerio. Muchos de nosotros como cristianos sabemos que nunca seremos Tim Keller, William Lane Craig, o [llena el espacio en blanco con tu ministro o apologista favorito] _____________, pero estamos tratando de acercarnos lo más posible a ser lo más famosos posible.
Obviamente esta tentación es mayor para los ministros de tiempo completo, pero esta tentación también ocurre cuando las personas compiten por ser el maestro de escuela dominical más respetado en su iglesia, o el mejor líder de adoración, etc.
Es posible que algunos de nosotros en el ministerio nunca nos hayamos dado cuenta conscientemente de que esto es lo que estamos haciendo. Todo lo que sabemos es que deseamos ser más renombrados, y más respetados. La mayoría de los cristianos en el ministerio público luchan con esto porque es muy fácil basar la autoestima en el éxito ministerial. Y esto es extremadamente destructivo para los discípulos de Jesús.
La razón por la que esto es destructivo para el discipulado es porque el centrar nuestra autoestima en el éxito del ministerio fomenta ambiciones egoístas, celos y todo tipo de malos deseos y hasta lujuria. Como leemos en Santiago 3:16: «Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas». No debemos sorprendernos, entonces, que tantos ministros famosos y no tan famosos exploten en pedazos por un escándalo sexual. La lujuria es lujuria.
En los últimos dos años he tenido algunas conversaciones sinceras con apologistas y ministros famosos acerca de la autoestima y el ministerio y han confesado que luchan para no basar su autoestima en el éxito de su ministerio.
¡Ciertamente yo he luchado con esto! Afortunadamente, esto ha disminuido a lo largo de los años (pero no ha desaparecido, ¡sigo trabajando en ello!) conforme he interiorizado varias verdades bíblicas.
La Historia de mi Auto-Estima
Me hice cristiano en 1969 y en 1970 estaba devorando el Nuevo Testamento (no llegué al AT sino hasta mucho tiempo después). En 1972 (a los 16 años) ya era el yo un líder de un ministerio escolar en mi campus que duró por varios años. Teníamos alrededor de 65 estudiantes de secundaria reunidos en la casa de mis padres todos los sábados por la noche. El jefe del ministerio tenía 19 años y yo era el segundo responsable. Enseñé estudios bíblicos a esos estudiantes y (sé que esto es extraño, pero fue durante el llamado “movimiento de Jesús”) muchos de ellos me llamaron «pastor». Francamente, mencionar esto es vergonzoso.
Este éxito inicial alimentó una lujuria interna en mi ser, pero realmente también tenia un deseo genuino de complacer al Señor.
Pronto establecí mi objetivo ministerial de ser el pastor de una mega, mega-iglesia. El plan era este: me convertiría el ministro de jóvenes en una mega-iglesia, luego sería el pastor asociado de una mega-iglesia, luego el pastor principal de una mega- Iglesia, y luego sería el pastor de una mega-iglesia aún más grande. Esos eran pensamientos intencionales. Tenía esos pensamientos todo el tiempo. Los repetí como un mantra; pensaba en ellos regularmente (por cierto, nunca quise estar en televisión).
Bueno, tan pronto como me gradué de la universidad empecé mi M.Div.(maestría en divinidades) y me hice ministro jóvenes en la escuela secundaria de una iglesia con cerca de 10,000 miembros.
Paso 1: ¡Listo!
¡Empecé bien el camino! ¡El poderoso hombre de Dios del momento había llegado!
Lamentablemente, el director de educación cristiana no vio en mí la gloria que estaba allí. ¡El director me estaba reteniendo del reconocimiento que merecía! ¡Le gustaba más otra persona para el puesto!
Aunque mi posición estaba segura, me sentí celoso por la falta de reconocimiento y mi meta era “hacerla en grande”. Déjenme decir una vez más que yo realmente quería complacer al Señor a pesar de esta lujuria mundana.
Un día, me topé con el pastor de jóvenes adultos mientras subía las escaleras a la oficina de la iglesia y me dijo: «¡Tú sólo estas aquí para construir tu propio pequeño reino!»
Podría haber respondido muchas cosas. Podría haber dicho que me entendió mal, que yo sólo quería complacer al Señor (lo que habría sido una mentira). Podría haber dicho que sabía que tenía esos deseos en mi corazón, pero que era algo en lo que estaba trabajando (que no era exactamente cierto tampoco).
Así que, siendo muy, muy espiritual, le contesté: «¡Tú también!»
Me gustaría afirmar que al menos yo estaba siendo honesto, pero la verdad no estoy seguro si él estaba tratando de construir su propio pequeño reino. Finalmente no le hice mucho caso. Después de todo, yo estaba totalmente centrado en mi ministerio.
Pronto mis celos se convirtieron en amargura y luego me sentí agotado. Realmente muy cansado.