Compartir “exclusivamente el amor de Dios” es un Error

Compartir “exclusivamente el amor de Dios” es un Error

por Clay Jones

Artículo original (Usado con permiso)


Frecuentemente he escuchado a cristianos que dicen que al testificar de su fe «sólo deben de compartir el amor de Dios», es decir: no se debe mencionar ni el infierno ni el juicio. En este contexto también he oído cosas como «no puedes atraer a las moscas sin usar miel» y «no quiero que la gente entre al cielo por miedo al infierno; quiero que el amor los haga entrar». Esto suena agradable, amoroso y cariñoso.

 

Pero no lo es.

 

Este método de evangelización no entiende la distinción correcta entre la ley y el Evangelio. Los Reformadores de la iglesia entendieron que cuando la ley y el Evangelio son distinguidos correctamente, la ley sólo se predica a los que están a gusto en su pecado y el Evangelio (o gracia) sólo se predica a los  pecadores incómodos con su pecado. Esto significa lo siguiente: No es correcto decirle a la gente que está a gusto en su pecado que Dios les ama. ¿Por qué? Porque eso sólo los ata aún más a su pecado. Aquellos que son justos, según ellos, no necesitan escuchar de gran cantidad de palabrería acerca de la gracia y del amor de Dios. En su lugar lo que necesitan es escuchar del juicio y la ira de Dios. Los pecadores seguros necesitan convertirse en pecadores inseguros (por supuesto, esto no puede hacerse sin la obra del Espíritu Santo). Una vez que se convierten en pecadores inseguros, entonces, y sólo entonces, estarán listos para que les prediquemos el Evangelio de la Gracia.

 

Esto es lo que Jesús hizo.

 

Observe cuidadosamente cómo Jesús predicó. A los que estaban seguros en su pecado y se creían justos, como los fariseos, Jesús les señaló su pecado y advirtió de la ira y el juicio venideros. Para aquellos que se sentían inseguros en su pecado, tales como prostitutas y recaudadores de impuestos, Jesús les predicó acerca de la gracia y del amor de Dios. Así, cuando los fariseos le preguntaron a Jesús por qué comía con recaudadores de impuestos y con «pecadores», Jesús contestó:

«Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. Pero vayan, y aprendan lo que significa: ‘MISERICORDIA QUIERO Y NO SACRIFICIO’; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores». (Mateo 9: 12-13).

Con esto Jesús no quiso decir que hubo gente sana y recta que Él no vino a llamar. No. Para Jesús no hay personas sanas ni justas. Más bien, lo que Jesús quiso decir es que sólo aquellos que reconocen que son pecadores enfermos están listos para escuchar del Evangelio de la Gracia. 

Se predica la ley a los pecadores seguros/cómodos con el pecado (ya sea que se consideren cristianos o no) con la esperanza de que se volverán inseguros en cuanto a su pecado y así se arrepientan y reciban el perdón de Dios.

Esto también es cierto para los pecadores seguros que se consideran cristianos. Un ejemplo debería bastar. A principios de los 80, yo era un joven pastor en una gran iglesia (esto fue incluso justo antes de que se escuchara hablar del SIDA). Un día, una joven se me acercó y dijo (no estoy inventando), «Clay, estoy coqueteando con hombres en los bares y teniendo relaciones sexuales con ellos y estoy dándome la gran divertida de mi vida». Yo le respondí que si Jesús regresara esa noche, ella probablemente se perdería. El siguiente domingo se acercó a mi esposa y dijo: «Lo que me Clay dijo realmente me llegó profundamente y ¡he dejado de hacer eso!»

Esta es la distinción apropiada entre la ley y el Evangelio. Se predica la ley a los pecadores seguros/cómodos con el pecado (ya sea que se consideren cristianos o no) con la esperanza de que se volverán inseguros en cuanto a su pecado y así se arrepientan y reciban el perdón de Dios.

Por lo tanto, los cristianos necesitan armarse de valor para decirles a los pecadores seguros la verdad: están en peligro eterno. Como dijo Dietrich Bonhoeffer en “Life Together”:

«Nada puede ser más cruel que la ternura que consagra a otro a su pecado. Nada puede ser más compasivo que la severa reprensión que llama a un hermano de regreso del camino del pecado».

Santiago 5: 19-20: «Hermanos míos, si alguien de entre ustedes se extravía de la verdad y alguien le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados.

 Amén.

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