EL DESTINO DE LOS APÓSTOLES
Parte 2: La Importancia del Martirio de los Apóstoles
Por Sean McDowell
La disposición de los apóstoles a morir por su fe es uno de los argumentos más citados a favor de la historicidad de la resurrección de Jesús. Y sin embargo, en mi investigación y experiencia, es uno de los temas más ampliamente malentendidos. Es importante no exagerar ni subestimar la importancia de este punto. En mi libro The Fate of the Apostles [El Destino de los Apóstoles], presento cuidadosamente el argumento de esta manera:
Los apóstoles pasaron entre uno y medio y tres años con Jesús durante su ministerio público, esperando que proclamara su reino sobre la tierra. Aunque desilusionados por su muerte prematura, se convirtieron en los primeros testigos de Jesús resucitado y sufrieron persecución; muchos experimentaron posteriormente martirio, firmando su testimonio, por así decirlo, con su propia sangre. La fuerza de su convicción, marcada por su disposición a morir, indica que no inventaron estas afirmaciones; más bien, sin excepción, creyeron que Jesús había resucitado de entre los muertos. Si bien estos hechos no prueban ni la verdad de la resurrección en particular ni el cristianismo en su conjunto, sí demuestran la sinceridad de la creencia de los apóstoles, dando credibilidad a sus afirmaciones sobre la veracidad de la resurrección, que es fundamental para el caso de Cristianismo.
Sin embargo, muchos críticos han rechazado (y con cierta razón) y cuestionado el valor de este argumento. En su libro The Myth of Persecution [El Mito de la Persecución], la profesora Candida Moss, por ejemplo, afirma que a los cristianos
«les gusta pensar en sus mártires como únicos. El hecho de que los primeros cristianos estuvieran dispuestos a morir por sus creencias ha sido visto como un signo de la verdad inherente del mensaje cristiano …. El cristianismo es verdadero, se dice, porque sólo los cristianos tienen mártires». 1
Quisiera responder en dos partes. Primero, como demuestro en El Destino de los Apóstoles, hay muchos mártires fuera del cristianismo; la afirmación no es que sólo los cristianos tienen mártires, sino que los apóstoles murieron de manera única por la creencia de que realmente habían visto al Cristo resucitado, lo que demuestra la sinceridad de sus convicciones. Las muertes de otros por sus causas religiosas no debilita de ninguna manera el significado (en materia de evidencia) del destino de los apóstoles.
En segundo lugar, la voluntad de los apóstoles de morir por sus creencias no demuestra «la verdad inherente del mensaje cristiano», como afirma Moss. Más bien, muestra que los apóstoles realmente creían que Jesús había resucitado de la tumba. Los apóstoles podrían haberse equivocado, pero su voluntad de morir como mártires establece su inconfundible sinceridad. Los apóstoles no eran mentirosos; más bien, creían haber visto al Jesús resucitado, estaban dispuestos a morir por esta afirmación, y como lo demuestro en El Destino de los Apóstoles, muchos realmente murieron así. Los apóstoles no eran mentirosos; más bien, creían haber visto al Jesús resucitado, estaban dispuestos a morir por esta afirmación, y como lo demuestro en El Destino de los Apóstoles, muchos realmente murieron así.
Aquí está la conclusión: la disposición de los apóstoles a morir por su fe no prueba que el cristianismo sea verdadero; simplemente muestra que los apóstoles creían sinceramente que Jesús había resucitado. No inventaron la historia. Ellos creyeron que Jesús se levantó de la tumba y se les apareció personalmente. Su disposición a pagar el precio más alto por esta convicción muestra la profundidad de su sinceridad.
A Continuación…PARTE 3. Método y Análisis Histórico
Sean McDowell, Ph.D. es profesor de Apologética Cristiana en Biola University, un autor de más de 15 libros, un orador reconocido internacionalmente, y un maestro de secundaria a tiempo parcial. Síguelo en Twitter: @sean_mcdowell y su blog en seanmcdowell.org.
- Candida Moss, The Myth of Persecution: How Early Christians Invented a Story of Martyrdom (New York: HarperCollins, 2013), 17, 81. ↩