Jeremías 29:11: ¿Planes de Prosperidad?

“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el SEÑOR—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.”

Creo que a todos nosotros nos gusta pensar que el futuro va a traernos cosas buenas. ¡Yo así lo espero! Es bueno ser optimista en la vida. Después de todo, a quien le gusta estar con alguien que se queja todo el tiempo. Y les confieso que yo suelo ser uno de esos “pesimistas quejumbrosos”. ¿No me creen? pregúntenle a mi familia. Estoy trabajando en ello cada día y me falta mucho.

Yo oro todo el tiempo por mis dos hijas, y que su futuro sea mágico, pleno y libre de dificultades. Pero la realidad es que este mundo no es un mundo de bienestar ni con un futuro de “esperanza” (y no, no estoy siendo pesimista, es una realidad. El cristiano tiene la esperanza de la vida eterna, pero eso vendrá luego, no en esta tierra). ¿No me cree? déjeme entonces ser un poco más puntual. Hace un tiempo tuve una clase con el Dr. Clay Jones en la Universidad de Biola en donde nos habló del problema del mal y de la gloria que espera a los verdaderos cristianos dada la evidencia histórica de la resurrección de Jesus.

El Dr. Jones nos tomó por sorpresa diciendo:

«Todos ustedes van a ver a todos sus seres queridos morir por accidente, enfermedad o asesinato y lo único que va a evitar eso va a ser su propia muerte por accidente, enfermedad o asesinato… Así que, tengan buen día…»

Por eso mucha gente vive deprimida. Así que cuando encontramos alguna “verdad” que nos distrae de esto, especialmente si está en la Biblia, nos apoderamos de ella inmediatamente y la aplicamos a nuestra vida terrenal sin vacilación alguna y la convertimos en una “promesa”. Considero que ese es el caso de Jeremías 29:11.

Creo, sin dudar a equivocarme, que este es el versículo más frecuentemente usado FUERA DE CONTEXTO en el mundo hispano. El sentido que se le da es que Dios nos va a prosperar y proteger tanto financiera como personalmente y que, en general, nos va a ir bastante bien en la vida—como mascotas en una pecera atendida por Dios mismo—siempre y cuando seamos fieles con el. La pregunta aquí es: ¿Es este un uso adecuado de este verso? Bueno, veamos el contexto del pasaje. ¿Que no es así que debemos interpretar toda escritura?

El contexto histórico del pasaje se da en un tiempo de profunda desesperación. Los israelitas estaban pasando por un periodo de gran tribulación. Sus reyes y líderes se habían corrompido con la religión cananea y Dios llega al fin de su tolerancia así que manda al profeta Jeremías a advertirles del terrible juicio venidero: ellos habrían de ser invadidos y exiliados a Babilonia durante setenta años. En eso, llega un falso profeta llamado Semaías con un mensaje de juicio más leve y completamente distinto: les dice que el juicio de Dios será minúsculo y solo duraría 2 años el exilio. Obviamente este mensaje falso fue bien recibido por el pueblo. Se tragaron el anzuelo completo.

Dios trae juicio no solo sobre los israelitas sino sobre el falso profeta que muere como predijo Jeremías junto con  el falso “mensaje de prosperidad”. Ahora los judíos tienen que encarar la realidad. La consecuencia es que serían desterrados a Babilonia durante setenta años. La mayoría de ellos—esa generación—nunca jamás volvería a ver la tierra prometida. Era un tiempo sumamente deprimente y oscuro para los judíos. Así que Dios, en su misericordia, decide darles un mensaje de esperanza para prepararlos para la tribulación que se les viene encima en Babilonia. Dios les pide ser pacientes, hacer casas, establecerse, plantar jardines, casarse y tener hijos. Les anima a sacar lo mejor posible dentro de una situación difícil y es aquí donde culmina el relato con Jeremías 29:10-14:

“Así dice el SEÑOR: ‘Cuando a Babilonia se le hayan cumplido los setenta años, yo los visitaré; y haré honor a mi promesa en favor de ustedes, y los haré volver a este lugar. Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el SEÑOR—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. Me dejaré encontrar —afirma el SEÑOR—, y los haré volver del cautiverio. Yo los reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde los haya dispersado, y los haré volver al lugar del cual los deporté’, afirma el SEÑOR.”

Con el contexto en claro veamos algunas conclusiones:

  1. Este pasaje es para los judíos exiliados y sus sobrevivientes. Ese era el plan para una NACIÓN COMPLETA y no para un individuo aislado. Tengamos cuidado en no apropiarlo individualmente en el siglo XXI. Seamos fieles en la exégesis.
  2. Dios prosperó a los descendientes del exilio—y los regresó a su tierra después de setenta largos años—pero la mayoría de los exiliados murieron de accidente, enfermedad o asesinato. Por eso, usar este versículo como una fórmula de “esta es tu mejor vida ahora” es completamente inapropiada y carente de contexto.
  3. La fidelidad a Dios no debe depender de cómo nos vaya en la vida. Hace poco murieron 21 cristianos coptos decapitados en libia. Murieron valientemente con las palabras “Yeshua” en sus labios mientras eran degollados. “Jesus” fue lo último que dijeron en esta vida. ¿Es este el tipo de prosperidad que promete Jer. 29:11? Creo que la respuesta es clara.
  4. El profeta Jeremías tampoco tuvo una vida ni futuro de prosperidad terrenal. Fue odiado, exiliado de su hogar, y echado en prisión en un agujero de lodo.

¿Quiere esto decir que ya no debemos tocar este pasaje en lo absoluto porque no es una promesa “para mi”? ¡Claro que no! Este pasaje tiene una sobreabundancia de sabiduría y enseñanza práctica para nosotros en el siglo XXI. Déjeme ejemplificar una sola. Para miles de cristianos perseguidos en el mundo, esta vida es una miserable cloaca. El llegar con ellos y decirles que Dios los va a prosperar y su futuro será rosado es algo no solo anti-bíblico sino cruel. El mismísimo Jesus dijo a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33).

Yo me pongo en los zapatos de los cristianos perseguidos y me imagino cómo es que ellos leerían este pasaje. Esto es lo que me imagino: para ellos este mundo representa SU EXILIO, su tiempo de sufrir en Babilonia. Un lugar oscuro donde son esclavos del pecado, del mundo y de Satán. ¡Pero pronto serán liberados! Dios les ha prometido una ETERNIDAD de gozo en su verdadera tierra donde sus aflicciones presentes “no se comparan con la Gloria venidera” y donde el poder del pecado no reinará más. Donde hay “un cielo nuevo y una tierra nueva” y una “ciudad santa”. Un lugar donde el mismo Dios de Abraham, Isaac y Jacob “enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir”. Un lugar de verdadera prosperidad sin corrupción. De hecho, esta ha sido la esperanza de los discípulos—que murieron y sufrieron indeciblemente—y de miles de generaciones del pueblo de Dios.

Yo te invito en amor a que seamos responsables con la forma en que usamos la Palabra de Dios y como la impartimos y enseñamos. A nadie le gusta que lo citen fuera de contexto. Dios no es la excepción.

 

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