Los Milagros. Una Defensa Racional

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A nadie le gusta que lo traten como un loco—o algo peor; a mi ciertamente no me gusta, pero a muchos cristianos y gente religiosa se le trata de tonto, ingenuo o como “…gente bárbara e ignorante” 1 por creer en milagros. Se nos dice frecuentemente que la “ciencia” ha eliminado los huecos en nuestro conocimiento y que ya no hay necesidad de apelar a los dioses para explicar fenómenos naturales. No hay necesidad de creer que Thor es el creador del trueno—sabemos por medio de la ciencia que el trueno es el sonido producido por la expansión de aire súper-calentado que sucede después de un relámpago. Este argumento puede parecer demostrar que el cristianismo es falso: si los milagros no suceden entonces Jesus nunca resucito de entre los muertos.2

Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. 1 Cor. 15:17.

Comencemos por entender lo que se entiende por un “milagro”. De acuerdo con el filosofo David Hume (1711-1776), “Un milagro es la violación de las leyes naturales” 3 y “Un milagro puede ser correctamente definido como una transgresión de una ley natural por voluntad de una deidad particular, o por la interposición de algún agente invisible”.4 Para términos prácticos, vamos a definir un Milagro de Hume como una

“violación a una ley aparente de la naturaleza, o como Hume posteriormente define, de las leyes ‘más firmemente establecidas’ en la naturaleza”.5

Pero el afirmar que solo los tontos e ignorantes creen en Milagros no es más que cometer una falacia ad hominem. Los escépticos aquí asumen que el naturalismo es verdad a priori o que Dios no actúa en la naturaleza. Están comprometidos con la idea—al igual que Hume—que aunque un milagro ocurriese, no tenemos justificación alguna para creerlo.

El afirmar que solo los tontos e ignorantes creen en Milagros no es más que cometer una falacia ad hominem.

Esto debido, por ejemplo, a que “la muerte ocurre vez tras vez y las resurrecciones solo suceden raramente, así que simplemente suma las muertes y las compara con las pocas supuestas resurrecciones y rechaza estas últimas”.6 Aquí, Normal Geisler correctamente indica que el escéptico no ha hecho más que cometer la falacia concensus gentilum.7

Si Dios existe, entonces los Milagros son posibles—aunque improbables—y la evidencia de cada uno tiene que ser analizada aunque el escéptico quiera, a priori, descartar cualquier afirmación de hechos milagrosos como imposibles puramente por su sesgo filosófico pro-naturalismo. Más aun, cualquier argumento contra los milagros basado en probabilidades puede darnos solamente “una guía que indique la plausibilidad de una explicación contra otra. Ciertamente no puede darnos una garantía absoluta acerca de la verdad o falsedad de dicho evento.8

La mayoría de los argumentos contra los Milagros ya sea, asumen la inexistencia de seres metafísicos (naturalismo) o se apoyan en falacias o lógica circular.

Lo que es cierto es que la mayoría de los argumentos contra los Milagros ya sea, asumen la inexistencia de seres metafísicos (naturalismo) o se apoyan en falacias o lógica circular.9 Si el escéptico asume que Dios no existe, es él quien tiene la carga de la prueba de mostrar la veracidad de dicha inferencia. De otra forma, tendríamos que estar de acuerdo con el filósofo ateo John Earman cuando escribe:

Reconozco que la opinión es de aquellas cuya sustentación no requiere argumentos filosóficos ni solemnidades pomposas sobre declaraciones extraordinarias que requieren pruebas extraordinarias; sino de difícil y delicadas investigaciones empíricas… en los detalles de casos particulares.10

Los eventos de este tipo son investigados con mayor eficiencia por los historiadores. Es necesario abandonar presuposiciones y sesgos filosóficos para enfocarnos en los hechos. Si Dios existe, puede actuar si así lo desea, y todo supuesto milagro puede ser analizado con los filtros de la historia. Más aun, es posible utilizar el sistema legal en el análisis de milagros supuestos.

Es necesario abandonar presuposiciones y sesgos filosóficos para enfocarnos en los hechos. Si Dios existe, puede actuar si así lo desea, y todo supuesto milagro puede ser analizado con los filtros de la historia.

En nuestro sistema legal, cuando dos testigos proveen testimonios en conflicto, los abogados no se dan simplemente por vencidos y regresan a sus casas. Ellos tratan de dominar el testimonio del oponente — conocido como rebatir al oponente — o de sabotear y generar dudas sobre la evidencia del rival — conocido como socavar al oponente. Ambas estrategias son relevantes en la evaluación de milagros de diferentes religiones y pueden usarse activamente en la investigación histórica.11 Todo documento antiguo con recuentos milagrosos puede someterse a la crítica textual, fechado, estudio arqueológico y técnicas generales de confiabilidad para llegar a la verdad de sus afirmaciones.

Si el escéptico quiere mostrar que los milagros no suceden, necesita formar un caso concluyente en contra de la existencia de Dios o mostrar que ningún milagro en toda la historia de la humanidad pudo haber sucedido.

Los argumentos de Hume siguen vivos hasta nuestros días, pero como hemos visto, ya han sido refutados incluso por filósofos ateos como John Earman. Earman cataloga a los argumentos “humeanos” no solo como errados, sino como “miserablemente errados”. Si el escéptico quiere mostrar que los milagros no suceden, necesita formar un caso concluyente en contra de la existencia de Dios o mostrar que ningún milagro en toda la historia de la humanidad pudo haber sucedido. Ambas son cargas prácticamente imposibles de sobrellevar.

 

  1. David Hume. “Of Miracles,” in An Enquiry concerning Human Understanding, of The Philosophical Works of David Hume, ed. Adam and Charles Black, vol. IV (Boston: Little Brown and Company, 1854), 125.
  2. I Cor. 15:17: “…y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”.Todas las citas Bíblicas tomadas de la versión Reina-Valera 1960 al menos que se mencione lo contrario.
  3. Hume, Of Miracles, 130.
  4. Ibid., 150.
  5. David Johnson, Hume, holism and miracles (Ithaca, New York: Cornell University Press, 1999), 17.
  6. Normal L. Geisler, Miracles and the Modern Mind: A defense of Biblical Miracles (Matthews, NC: Bastion Books, 2012), 24.
  7. Este error es creer algo simplemente porque la mayoría de la gente lo cree. Esto no es necesariamente cierto.
  8. Nicholas Humprey, Leaps of Faith: Science, Miracles, and the Search for Supernatural Consolation (New York: Copernicus, 1999), 77 (énfasis añadido).
  9. “Ahora, por supuesto que tenemos que estar de acuerdo con Hume en que si absolutamente hay “experiencia uniforme” contra los milagros, si, en otras palabras, nunca han sucedido, por qué entonces nunca lo han hecho. Desafortunadamente, sabemos que la experiencia en contra de ellos es uniforme sólo si sabemos que todos los informes de ellos son falsos; y podemos saber que todos los informes son falsos sólo si ya sabemos que nunca han existido milagros; de hecho, estamos en un círculo vicioso.” C. S. Lewis, Miracles (New York, New York: HarperCollins Publishers, 2001), 162.
  10. John Earman, Hume’s Abject Failure: The Argument Against Miracles, (New York, New York: Oxford University Press, 2000), 61 (énfasis añadido).
  11. Parafraseado de Douglas Geivett and Gary R. Habermas, ed., “Miracles in the World Religions”, In Defense of Miracles: A Comprehensive Case for God’s Action in History, (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1997), 200.

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