¿POR QUÉ TUVO QUE MORIR JESÚS?
por Chris Du-Pond
No sólo eso, ¿qué tiene que ver el derramamiento de sangre para perdón de pecados?
La muerte de Cristo es el centro del mensaje del evangelio. Evangelio significa en su etimología griega “buen mensaje” o comúnmente traducido como “buenas noticias o buenas nuevas”. Pablo resume el mensaje del evangelio en 1 Corintios 15. Parafraseando, Pablo dice en pocas palabras:
“Les voy a explicar el mensaje de buenas nuevas que les he predicado, el mismo que recibieron, y si creen este mensaje tienen vida eterna, si no, no la tienen”.
Luego explica el mensaje en sí:
“Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce”.
¿Por qué son estas “buenas noticias”? Primeramente, porque hay malas noticias. Las buenas noticias del cristianismo nunca van a tener sentido sin antes entender cuáles son las malas noticias. Y las malas noticias son estas:
Ese paso creo que, sobre todo para la sociedad moderna, es muy difícil de creer, pero en realidad no somos buenos. Ya lo he argumentado en detalle aquí. Si no lo crees, te invito a leer el apartado a detalle antes de seguir.1
El resumen del cristianismo es el siguiente:
“Dios creó a los humanos con libre albedrío dándoles el paraíso, pero abusaron de su libertad, desconfiaron de Dios y se rebelaron contra él trayendo inmenso sufrimiento a sí mismos y otros. Dado que la rebelión no puede simplemente ser excusada, Jesús murió por los seres humanos rebeldes. Ahora los seres humanos que confían en Dios aprenden el horror de la rebelión experimentando sus resultados devastadores. También aprenden a vencer el mal con el bien. Este conocimiento les prepara para ser herederos dignos del reino de Dios, donde van a utilizar su libre albedrío con rectitud y reinar con Cristo por siempre y para siempre”.2
Aquí hay dos puntos clave. Primero, Dios creó al humano para disfrutar de Su presencia. Al unirnos a Dios nos unimos a todo lo que es bueno, perfecto y la fuente de amor más pura. Esa es la meta de Dios para nuestro propio beneficio. Dios nos diseño para funcionar unidos a Él.
El segundo punto es que Dios nos dio libertad de seguir unidos a Él o rebelarnos. Y la rebelión y maldad humana han creado una brecha entre Dios y nosotros. Por un lado, Dios quiere que pasemos una eternidad con Él. Por otro lado, sería injusto perdonar a seres humanos malvados y dejarlos entrar a su presencia. Además, si alguien no quiere estar en presencia de Dios, Él no los va a forzar. En nuestro estado natural, los humanos estamos separados de Dios por nuestra maldad.
El plan de redención del ser humano comienza en el Antiguo Testamento. Dios elige al pueblo judío con el propósito de revelarse y bendecir a “Todas las Naciones de la Tierra”.3. La forma en que lo hace es dándoles una lista de reglas (La Ley) que incluía los 10 mandamientos pero que se expandía a más de 613 reglas. Establece también un sistema de expiación, purga o limpieza de la maldad y el pecado del pueblo que requería el derramamiento de sangre de un cordero. La ley y el sistema de expiación tuvieron dos propósitos: por un lado, muestra al ser humano que el estándar moral de bondad es imposible de cumplirse. Somos no solo culpables sino incapaces de salir de tal maldad por nuestras propias fuerzas. Por el otro lado, muestra que el perdón de pecados y la reconciliación de esa maldad requiere de un sacrificio de sangre. En la pascua judía, fue la sangre de un cordero untada en las puertas de las casas la que protege a los judíos del juicio de Dios. De igual manera, la muerte de Jesús y su sangre simbolizan los elementos de la cena de Pascua.
El que Jesús eligiera la pascua como el clímax de su ministerio no es accidente. Mientras celebraba con sus discípulos su última cena de Pascua,
«tomó el pan … y se lo dio, y dijo: ‘Tomad, esto es mi cuerpo’. Y tomando una copa, les dio, y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que se derrama por muchos»». (Mc 14,22-24).
Jesús vio su muerte simbolizada en los elementos de la cena pascual. Era la sangre del cordero de pascua, untada en los postes de las casas judías, la que había salvado al pueblo judío del juicio de Dios en Egipto. Además, la expresión «esta es mi sangre de la alianza» nos recuerda las palabras de Moisés en la inauguración de la antigua alianza (Éxodo 24.8). Jesús, el Mesías, inaugura con su muerte la nueva alianza profetizada por Jeremías (Jr. 31:31-34), que traerá la restauración y la liberación del pecado y la maldad.4
¿Por qué entonces tener que sacrificar a un animal inocente?
La respuesta corta es que la muerte es el castigo justo y correcto por el pecado y la maldad. En el sistema sacrificial, algunos piensan que el animal muere en lugar del pueblo o de la persona que ofrece el sacrificio. Esto no es el caso sino que el animal sufre en sí mismo lo que debería haber sufrió quien ofrece el sacrificio. En aquel tiempo el sacerdote rociaba el altar de la sangre del animal sacrificado indicando como mínimo que la vida del animal (y su sangre) habían sido ofrecidas a Dios como sacrificio para expiación de los pecados de quien ofrecía el sacrificio.
Levítico 17:11 explica el significado de la sangre en mayor detalle en este contexto:
Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.
En conclusión, la sangre del sacrifico expía los pecados del pueblo. Y expiación, como ya hemos mencionado, significa “limpiar”, “cancelar”, “anular”, o “purgar” el pecado o la maldad.
La expiación tiene también como propósito no solo el de limpiar sino el de reconciliación. Esto es el centro del mensaje del evangelio. La muerte de Jesús (el Cordero de Dios) nos reconcilia con Dios. Pero, ¿cómo nos reconcilia el que Jesús haya muerto en una cruz? Ese es el significado de expiación en el sentido de reconciliación. Jesús vio su muerte como un sacrificio expiatorio a Dios, similar a los sacrificios de animales del Antiguo Testamento que se ofrecían en el tabernáculo y más tarde en el templo, que servían para purificar al pueblo del pecado y la impureza. Del mismo modo, Jesús pensó en su muerte como un sacrificio expiatorio que limpiaba al mundo de su pecado y así lo reconciliaba con Dios.
Hay varios modelos explicativos de la expiación de Jesús. El que adoptaron los reformadores es el llamado modelo de Sustitución Penal:
El modelo indica que los humanos somos culpables ante Dios por nuestros pecados y, por tanto, merecedores de un castigo y que ninguno de nosotros puede ser perdonado e indultado por Dios sin que ese castigo sea satisfecho. Así que Cristo (teniendo naturaleza Divina)5 asumió la naturaleza humana (Filipenses 2:6-11) y, ya que no tenía pecado, pudo ofrecerse a asumir ese castigo en nuestro lugar. Así que Cristo pagó la pena por los pecados de la raza humana, permitiendo así a Dios ofrecernos el perdón gratuito de nuestros pecados y la reconciliación con Dios. Toda persona que acepta el sacrificio de Jesús y deposita su confianza (fe) (Efesios 2:8-9) en Él obtiene una nueva naturaleza (2 Corintios 5:17) con su deuda cancelada (Col. 2:14) y es adoptado como Hijo de Dios (Juan 1:12).
- https://veritasfidei.org/no-eres-buena-persona/ ↩
- Este este también el resumen de la pregunta, ¿Por qué Dios permite el mal? ver mi artículo, https://veritasfidei.org/respuestas-cortas-20-por-que-permite-dios-el-mal-en-el-mundo/ ↩
- Génesis 22:18 ↩
- Algunos elementos de este escrito han sido tomados del trabajo del Dr. William Lane Craig, https://www.reasonablefaith.org/media/reasonable-faith-podcast/why-did-jesus-have-to-die ↩
- Respondiendo al reto: «Jesús nunca dijo «Soy Dios», https://veritasfidei.org/reto-jesus-nunca-dijo-yo-soy-dios/ ↩