Caso a Favor de la Vida – 1. Reglas de Etiqueta

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Caso a Favor de la Vida – 1. Reglas de Etiqueta

por Chris Du-Pond

En este apartado abordaremos el tema de las reglas de etiqueta a la hora de entrar en conversaciones en cuanto al aborto con personas que no necesariamente estén de acuerdo con nosotros.

Recordemos que estamos siguiendo un orden lógico de argumentación.

  1. ¿Qué reglas de etiqueta debemos de seguir en los debates del aborto?
  2. ¿Cuál es el asunto central?
  3. ¿Qué es el nonato?
  4. ¿Qué es el aborto?
  5. ¿Qué hace que los humanos sean valiosos?
  6. ¿Cuáles son algunas formas incorrectas de argumentar?
  7. ¿Qué “arreglo” hay si ya tuve un aborto?

A través de los años he tenido muchísimas conversaciones con personas que piensan que el aborto debe ser un derecho legal y no ven problema moral con tal práctica. Con frecuencia los argumentos se vuelven sumamente agresivos y los contrincantes terminan en insultos y ataques personales sin abordar el tema central como dijimos en el primer apartado introductorio. El tema central es: ¿Qué es el nonato?

Sin más preámbulo he aquí algunas reglas útiles de argumentación:

Regla #1. No asumas lo peor de tu oponente.

No asumas que los defensores del aborto odian a los bebés. Muchos de ellos son padres. Y las personas pro-vida no odiamos a la mujer. Muchas mujeres son pro-vida. El foco de la conversación debe centrarse en la cuestión central sin asumir motivos personales.

Si tu apoyas el aborto, espero que no pienses que las personas pro-vida odiamos a las mujeres. El punto es este: ¿Qué es el nonato?

Si el nonato no es humano, entonces no hay daño alguno al hacer un aborto y estaría imponiendo injustamente mis ideas a los demás. Pero si el nonato es parte de la raza humana, entonces el hacer un aborto destruye a un miembro valioso de la raza humana y eso es inmoral. Y si esto es el caso, la ley debe proteger a todos los miembros de la raza humana sin importar su nivel de desarrollo. El punto central que nos separa no es que uno odie a las mujeres y el otro no. El punto central es que yo creo que el nonato es un ser humano y tu no. Esta es la cuestión que debemos de aclarar de manera razonable.

Regla #2. Juzga argumentos, no personas.

Mantente enfocado en el argumento. No en la persona que sostiene el argumento. Prueba tus argumentos e ideas contra los de ellos. Es decir: ¿la conclusión se deriva lógicamente de las premisas?

Si personalizas la discusión terminarás desviándote. En estas conversaciones es común cometer la falacia genética: ignorar el argumento o tacharlo como inválido porque no nos gusta su origen. Por ejemplo, el afirmar que sólo las mujeres pueden opinar acerca del aborto elimina a todos los hombres de la conversación. Esto es un caso típico de la falacia genética. Después de todo, en Estados Unidos la ley federal de Roe vs. Wade fue establecida por hombres en su mayoría (La Suprema Corte estaba formada por hombres en su mayoría).

Como escribe Christopher Kaczor en The Ethics of Abortion (La ética del aborto), no existe una “perspectiva de la mujer” sobre el aborto, como tampoco existe una perspectiva masculina o una perspectiva de la persona de ojos azules. 1 De hecho, las feministas, y las mujeres en general, no comparten una perspectiva única sobre este tema. Esto es cierto incluso para las feministas que apoyan el aborto. Por ejemplo, la feminista Naomi Wolf llama al aborto “una muerte real”, mientras que la feminista Katha Pollitt piensa que no es diferente de pasar la aspiradora por la casa. 2  En resumen, aunque las perspectivas de género sobre el aborto nos ayudan a entender la experiencia personal, no son sustituto de la investigación racional. Al fin y al cabo, las mujeres provida presentan los mismos argumentos que los hombres provida.

Regla #3. Ignora etiquetas y eslóganes, no argumentos.

En ocasiones los argumentos pro-vida son etiquetados (e ignorados) por ser de índole “religiosa”, como si los defensores de la vida estuvieran tratando de imponer sus creencias religiosas en una sociedad plural.

Sin embargo, esta objeción de “religión” es solo una evasiva, y no una refutación o respuesta al argumento. Como lo afirma el Dr. Francis J. Beckwith, los argumentos son ya sea verdaderos o falsos, válidos o inválidos. El etiquetar a un argumento como “religioso” es una falacia de categoría similar a preguntar “¿Cuál es la altura del número tres?”. Las personas pro-vida tenemos un argumento claro:

Premisa #1. Es inmoral matar seres humanos inocentes intencionalmente

Premisa #2. El aborto mata seres humanos inocentes intencionalmente

Conclusión: El aborto es inmoral

Si los críticos pueden refutar el argumento, adelante. Pero el tratar de evadir la cuestión con etiquetas y eslóganes no es una refutación.

Regla #4. Mantén el foco en el argumento central

¡Los defensores de la vida a veces olvidan su propio argumento! El aborto no es inmoral porque mata a un posible médico que podría curar el cáncer o porque mata al siguiente posible Mozart. Es inmoral porque mata a un ser humano inocente.

Los defensores del aborto a veces se olvidan de abordar el caso esencial a favor de la vida. Esta es la cuestión: si apoyas el aborto, puede que tengas razón. Es posible que no haya nada malo en matar intencionadamente a un feto humano y que, por tanto, los defensores de la vida estén equivocados. Pero debes argumentar eso refutando el argumento esencial pro-vida. Puedes hacerlo demostrando que el argumento no es válido o que no es sólido (o ambas cosas). Atacar personalmente a los provida no es un contraargumento y menos una refutación.

Regla #5. No hagas demandas injustas a tu oponente

Como hemos dicho, la cuestión del aborto se centra en una sola cosa: ¿es el nonato uno de nosotros? Y sin embargo, a veces ambos lados del debate cambian el tema y lo redefinen en formas poco caritativas.

Los pro-vida pueden decir a los defensores del aborto que si fueran realmente “pro-elección”, apoyarían la elección de la escuela, la elección de la libertad religiosa y la elección de los impuestos, por nombrar algunos. Pero muchos defensores del aborto no apoyan estas otras cuestiones. Por lo tanto, según el argumento, los defensores del aborto no son “pro-elección”. Son “pro-muerte”.

Esto es injusto. Cualquiera que conozca el debate sobre el aborto sabe que “pro-elección” se refiere a una elección específica: la elección de una mujer a abortar a su hijo no nacido. Es cierto que esa elección debe ser defendida moralmente, pero exigir que los defensores del aborto demuestren sus credenciales asumiendo otras causas es injusto. Lo que importa son los argumentos que presentan, no las causas adicionales que abrazan.

Del mismo modo, los defensores del aborto pueden insistir en que, si los defensores de la vida fueran realmente “pro-vida”, estarían a favor de “todas las vidas” y se ocuparían de otras cuestiones “vitales” como la pobreza, la reforma de la inmigración, el apoyo a los refugiados, la defensa de los hogares de niños abusados, la mejora de los salarios de los pobres, el control de las armas, las mujeres abusadas, y la lista es interminable. Sin embargo, la mayoría de los pro-vida (según el argumento) no se preocupan realmente por estas otras cuestiones. Por lo tanto, no son “pro-vida”, sólo “pro-nacimiento” o “anti-aborto”.

Esto también es injusto. ¿Por qué debería alguien creer que, por oponerse al asesinato intencionado de un ser humano inocente, debe asumir la responsabilidad de todos los males de la sociedad? Uno no necesita resolver la pobreza mundial para poder afirmar que es inmoral matar a un niño inocente.

Los defensores de la vida, como individuos, se preocupan por muchos temas, no sólo por unos pocos. Sin embargo, esto no implica que los objetivos operativos del movimiento provida deban ser también amplios e inclusivos. Imagínese que se le dijera a la Sociedad Americana del Cáncer: “¡Si realmente estuvieran en contra de la enfermedad, lucharían contra otras enfermedades con el mismo vigor, pasión y fuerza que contra el cáncer!”. O considere la desfachatez de decirle a Black Lives Matter: “A ustedes no les importan todas las vidas de los negros, sólo las de los muertos por la brutalidad policial”.

Por supuesto, el aborto no es el único problema, como tampoco lo era la esclavitud en 1860 o el asesinato de judíos en 1940. Pero ambos eran los temas dominantes de su época. Los pro-vida no se equivocan al dar mayor peso moral a la cuestión moral más importante. Imagínese que le dijera a un abolicionista en 1860: “No puede estar en contra de la esclavitud si no aborda sus causas subyacentes”.

Regla #6. No pretendas que todas las perspectivas son igualmente válidas

Hay un eslogan famoso que dice:

“¿No te gusta el aborto? Entonces no abortes”.

Notemos que la frase no refuta el argumento pro-vida central, sino que solamente cambia el tema. Trata a la afirmación moral pro-vida (el aborto está mal) como una mera preferencia (el aborto es asunto acerca de lo que le agrade a cada quién). Esto es intelectualmente deshonesto. Es posible que algo me guste y sin embargo siga estando moralmente mal. Probablemente me guste manejar el Corvette de mi tío sin permiso. Pero el que me guste no hace que de pronto esto sea moralmente aceptable. Sigue estando mal.

La moralidad trata con lo que está bien y lo que está mal independientemente de preferencias personales. Pensemos en este eslogan similar: ¿No te gusta la esclavitud? Entonces no tengas esclavos., o ¿No te gusta que golpeen a las mujeres? Entonces no golpees a la tuya. Cualquiera que use estas frases tiene su brújula moral dañada.

Sin embrago, muchas personas quieren las dos cosas. Por un lado condenan el aborto como inmoral pero quieren que legalmente esté permitido. Dicen cosas como: “Yo personalmente me opongo al aborto, pero no quiero imponer mis creencias a otros que estén en desacuerdo”.

Esto es equivalente a decir:

“Yo personalmente estoy en desacuerdo con la esclavitud, pero no quiero imponer mis creencias a otros que quieran tener esclavos en su casa”.

La pregunta obvia es: ¿Por qué te opones personalmente al aborto? Si el aborto no mata intencionadamente a un ser humano inocente, ¿por qué oponerse? Imagina que le dijera: “Me opongo personalmente al maltrato conyugal, pero no le impondré mis creencias personales a nadie. Después de todo, tus creencias morales son tan válidas como las mías”. Si dijera eso, no dirías que soy neutral. Dirías que mi brújula moral está rota.

La neutralidad moral sobre el aborto es imposible. Si crees que todos los puntos de vista morales son igualmente válidos, no eres neutral. Estás abrazando el relativismo, una visión del mundo que dice que el bien y el mal dependen del individuo o de su sociedad, no de alguna verdad objetiva que descubramos. La moral, al igual que la elección de tu sabor favorito de helado, es estrictamente una cuestión de preferencia personal. El relativismo no es neutral. Los relativistas creen que tienen razón y que los no relativistas están equivocados. Si no, ¿por qué corrigen a los no relativistas que sostienen que la verdad moral es real y conocible?

Aplicada al aborto, la neutralidad moral es imposible. O crees que todos y cada uno de los seres humanos tienen el mismo derecho a la vida o no lo crees. El punto de vista a favor de la vida es que los seres humanos son intrínsecamente valiosos en virtud del tipo de cosa que son. El punto de vista del aborto es que los seres humanos tienen valor sólo por una propiedad adquirida como la autoconciencia o la sensibilidad. Obsérvese que ambas posturas -la de la vida y la del aborto- utilizan la reflexión filosófica para responder a la misma pregunta: ¿Qué es lo que hace que los seres humanos sean valiosos en primer lugar? Elige un bando. No hay terreno neutral.

Para saber más del relativismo moral y de cómo es una idea lógicamente contradictoria y moralmente torcida, ver este apartado: El Suero de la Verdad contra el Relativismo.

Regla #7. No asumas que los argumentos no funcionan.

Ambas partes pueden exagerar sus argumentos. He escuchado a los defensores del aborto decir que el aborto “es un caso cerrado”, totalmente integrado en la cultura estadounidense. “No va a desaparecer. Puedes olvidarte de tratar de cambiar opiniones”.

He escuchado a cristianos pro-vida decir que la única manera de acabar con el aborto es predicar el evangelio, que fuera de Jesús, los argumentos pro-vida no tienen sentido para los no creyentes.

¿Por qué deberíamos creer cualquiera de estas afirmaciones? Ambas partes complican innecesariamente el proceso de persuasión. La esclavitud y la segregación racial se establecieron durante generaciones, pero los abolicionistas en el siglo XIX y los activistas de los derechos civiles en el siglo XX hicieron que la opinión pública se opusiera a ambas prácticas. Si la esclavitud y la segregación no fueron casos cerrados en esa época, entonces el aborto tampoco lo está hoy.

Por su parte, el antiguo abortista Bernard Nathanson pasó de ser proabortista a ser provida cuando aún era ateo. No fue sino más tarde que abrazó el teísmo. El filósofo Hadley Arkes, recientemente convertido al teísmo, escribió brillantes defensas del punto de vista pro-vida y críticas devastadoras al relativismo moral siendo judío agnóstico. Mientras tanto, el columnista sindicado y ateo Nat Hentoff defendió valientemente el punto de vista provida toda su vida, pero nunca se convirtió al cristianismo.

Esto no debería sorprendernos. Si los argumentos contra el tráfico sexual y el abuso conyugal resuenan entre los no cristianos, ¿por qué no pueden resonar también los argumentos contra el aborto?

Es cierto que los ateos tienen dificultades para fundamentar sus afirmaciones morales. Al fin y al cabo, en un universo que surgió de la nada y fue causado por la nada, los seres humanos son accidentes cósmicos y el bien y el mal los decidimos nosotros. Sin embargo, el hecho de que un ateo tenga problemas para fundamentar sus afirmaciones morales no significa que no pueda reconocerlas.

En resumen, el caso que presentamos es accesible para cualquiera con una mente abierta, sea cristiano o no.

  1. Christopher Kaczor, The Ethics of Abortion: Women’s Rights, Human Life, and the Question of Justice, 1st ed. (New York: Routledge, 2011) pp.8-10.
  2. Naomi Wolf, “Our Bodies, Our Souls,” The New Republic, October 16, 1995, 26; Katha Pollitt, Pro: Reclaiming Abortion Rights (New York: Picador, 2014).

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