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¿Es Insensato Creer en los Milagros? Critica a David Hume.
Hay pocas cosas en la vida que me asustan más que mudarme y estoy seguro que no soy el único; los seres humanos somos criaturas de hábito. El status quo nos da un falso sentido de seguridad y naturalmente desconfiamos de eventos repentinos. Es comprensible que algunas personas sean cautelosas ante la existencia de eventos inusuales como los milagros y etiqueten como “insensatas” a las personas que creen en ellos.
El filósofo David Hume (1711-1776) argumentó en contra de los milagros y estaba muy satisfecho con su lógica;1 pero, ¿son sus argumentos sólidos? ¿Es razonable pensar que la identificación de milagros sea viable y posible? La respuesta es sí y en este documento analizo las críticas de Hume contra los milagros y demuestro que sus argumentos —aunque retóricamente brillantes—no logran su propósito.
Los milagros: ¿por qué son importantes?
La cosmovisión cristiana se basa en un milagro en particular, la resurrección de Jesús de Nazaret; pero si los milagros son imposibilidades prácticas o —como lo sugiere Hume— indetectables a pesar de la abrumadora evidencia, entonces no tenemos manera de saber si el cristianismo es real. Los milagros —en el contexto adecuado — podrían ser evidencia de la nueva revelación respaldada por Dios.
En su ensayo de dos partes “De los milagros” (Of Miracles), Hume parece sentarse en la cima de una fortaleza argumentativa disparando cañones para destruir toda credibilidad sobre eventos milagrosos. Hasta nuestros días, estos cañones todavía resuenan en los círculos de las universidades seculares y son usados para etiquetar a las personas inclinadas religiosamente como “…gente bárbara e ignorante.” 2
Hume no atacó la posibilidad de ocurrencia de milagros, sino la posibilidad de identificación de milagros; concluye que “un milagro nunca puede probarse, de tal modo que pueda ser el fundamento de un sistema religioso” 3 y llega a esta conclusión en dos partes: la primera — también conocida como el argumento “En Principio” de Hume — se centra en demostrar que la evidencia en contra de la ocurrencia de milagros evidentemente supera a la que está a favor de la misma. La segunda parte — también conocida como el argumento “De Hecho” de Hume — se enfoca en demostrar que la evidencia sobre milagros es extremadamente débil.
Vale la pena verificar si Hume tuvo éxito en destruir la credibilidad en milagros y la esperanza de que el cristianismo sea una cosmovisión viable.
Hume, milagros y ambigüedad
Parte del problema que enfrentamos con el ensayo de Hume es la ambigüedad de su terminología. Hume ofrece dos definiciones de milagros: “un milagro es una violación de las leyes de la naturaleza”4 y “un milagro puede ser exactamente definido como una transgresión de una ley natural por voluntad de la deidad o por la interposición de algún agente invisible.” 5 El filósofo físico John Earman nos da algo de claridad sobre lo que normalmente se entiende por un milagro de acuerdo con la definición de Hume y por qué necesitamos una mejor definición antes que este argumento pueda despegar:
[V]amos a decir que una ley L representa una ley de la naturaleza, siendo L tanto una declaración de la ley como verdadera. Una declaración de milagro M representa una excepción a una declaración verdadera de la ley L en el sentido que M afirma la ocurrencia de un evento o particular estado de cosas cuya afirmación es incompatible con L. El dilema debería ser obvio: si la segunda ley de Newton de hecho expresa una ley, entonces la declaración M de que una manzana se caiga de una mesa aunque la fuerza neta ejercida sobre la manzana sea cero es una declaración de milagro; pero, por definición, M no puede ser verdad.6
En sentido literal, la definición de Hume es circular. Los filósofos han tratado de mejorar la definición de Hume para caracterizar mejor sus argumentos y evitar la lógica circular; sin embargo, esto corre el riesgo de tergiversar la posición de Hume. En aras de la justicia y para dejar el argumento de Hume abierto para discusión de una manera más honrosa, definiremos un milagro de Hume como una “violación de una aparente ley de la naturaleza” o, como lo dijo el mismo después, de las leyes “más establecidas de la naturaleza.”7 Sin embargo, aun con una versión revisada de la definición de milagros de Hume, sus argumentos fallan irremediablemente, como lo veremos enseguida.
El Argumento “En principio” de Hume
De acuerdo con el filósofo David Johnson8, el principal argumento de Hume puede extraerse fielmente de los siguientes párrafos:
[P]ara incrementar la probabilidad de ir en contra del testimonio de testigos, vamos a suponer que, de hecho, lo que ellos afirman, en lugar de ser solamente maravilloso, es realmente milagroso. Además, supongamos que el testimonio por separado y en sí mismo representa una prueba total, en cuyo caso hay prueba contra la prueba y debe prevalecer la más fuerte.
Un milagro es una violación de las leyes de la naturaleza y como una firme e inalterable experiencia ha establecido estas leyes, la prueba en contra de un milagro, a partir de la misma naturaleza del hecho, es tan completa como cualquier argumento basado en la experiencia pueda imaginarse.
Y como una experiencia uniforme equivale a una prueba, aquí hay una prueba directa y total, a partir de la naturaleza del hecho, en contra de la existencia de cualquier milagro; dicha prueba no puede destruirse ni el milagro puede considerarse creíble a menos que haya una prueba opuesta que sea superior.
.
[N]ingún testimonio es suficiente para establecer un milagro, a menos que el testimonio sea tal que su falsedad podría ser más milagrosa que el hecho que se esfuerza en establecer.9
Hume usa una retórica muy brillante aparentemente para destruir cualquier esperanza de creer en milagros. Sin embargo, uno tiene que preguntarse qué es exactamente lo que quiere decir cuando se refiere a “maravilloso” y “prueba”; pero, aun sin que estos términos sean claramente definidos, a partir de estos párrafos, podemos deducir que, si un testigo de carácter impecable (hipotéticamente hablando), sincero y confiable, declara haber observado la ocurrencia de la violación de una aparente y establecida ley de la naturaleza, debemos considerar esto como una “prueba”. Del otro lado de la balanza, también tenemos “prueba” con base en la “experiencia infalible” que ha “establecido dichas leyes”. De este modo, la balanza está en equilibrio perfecto y un “hombre sabio” no debería aceptar la declaración como un milagro.
Esta actitud prevalece en la sociedad de hoy, donde es “insensato” creer cualquiera de esta jerigonza de milagros sin suficiente análisis o investigación de la supuesta evidencia; sin embargo eso es precisamente lo que nos da una visión de la experiencia humana, que es la misma experiencia que Hume asume como “infalible”. Recuerdo que recientemente leí un artículo10 sobre accidentes por meteoritos y las pólizas de seguro y me hizo pensar en la primera vez que humanos fueron testigos de un choque de meteoritos. Tal evento, improbable y completamente fuera del ámbito de la “experiencia uniforme”, de acuerdo con Hume, nunca debería creerse. Esto incluye otros eventos aislados e improbables en la ciencia tales como la teoría del big-bang, las partículas de Higgs o el surgimiento de la primera forma de vida. De hecho, el conocimiento y descubrimiento humano se detendrían si se limitara a la experiencia pasada. La objeción de Hume parece —si bien no científica— al menos si anti ciencia. Presentado de una manera sencilla, si el intelecto humano es capaz de discernir eventos naturales muy improbables y previamente desconocidos, entonces también es posible que, con un grado razonable de confianza, los humanos identifiquen un milagro — ante suficiente evidencia y el contexto adecuado. El hecho de que un evento pueda ocurrir, pero no estemos obligados a creerlo no es axiomático; es necesario que haya pruebas y evidencia para demostrarlo.
Hume también parece estar convencido de que aun si un milagro ocurriera, no estamos obligados a creerlo. Debido a que, por ejemplo, “la muerte siempre ocurre y solo en raras ocasiones vemos resurrecciones, el simplemente suma todas las muertes en contra de las muy pocas supuestas resurrecciones y rechaza esta última.”11 A este respecto, Normal Geisler acertadamente afirma que Hume ha cometido la falacia consensus gentium.12 Si Dios existe, entonces los milagros son posibles—aunque improbables—y la evidencia de cada uno de ellos debe analizarse aunque un escéptico pudiera, a-priori, descartar cualquier declaración de milagro como puramente insensata desde el punto de vista filosófico o como personalmente sesgada.
Se podría decir mucho sobre las probabilidades y los milagros en el contexto de Hume. Earman dedicó tres capítulos sobre probabilidades en su trabajo publicado al igual que en un apéndice sobre este tema.13 Timothy y Lydia McGrew también han presentado sólidos argumentos contra la lógica de probabilidades de Hume.14 Después de un análisis cuidadoso de la teoría probabilística “debemos reconocer que un argumento basado en probabilidades nunca puede ser más que eso — un argumento probabilístico. Aunque pueda constituir una regla de oro que nos muestre hasta qué punto la credibilidad de una explicación se compara con otra, ciertamente no puede darnos una garantía absoluta de dónde está la verdad.”15 Después de todo, si los milagros fueran eventos muy probables, los incluiríamos en las leyes de la naturaleza; pues dejarían de ser eventos extraños y ¡simplemente los pasaríamos por alto!
El argumento “En principio” de Hume nos lleva a preguntar16 si tomamos su sentido literal o simplemente si lo basamos en un argumento falso. Para tener un mejor punto de vista sobre cómo tratar eventos extraordinarios — incluyendo los milagros — tenemos que estar de acuerdo con Earman cuando escribe:
Reconozco que la opinión es de aquellas cuya sustentación no requiere argumentos filosóficos ni solemnidades pomposas sobre declaraciones extraordinarias que requieren pruebas extraordinarias; sino de difícil y delicadas investigaciones empíricas… en los detalles de casos particulares. 17
Es mejor dejar los eventos de esta clase en las manos de los historiadores. Necesitamos descartar suposiciones filosóficas y sesgos para enfocarnos en los simples hechos.
Los Argumentos “De Hecho” de Hume
En la primera parte de su ensayo, Hume admite “haber sido demasiado liberal” en su concesión de que “nunca hubo un acontecimiento milagroso establecido con una evidencia completa.” 18 En la segunda parte de su ensayo, Hume presenta cuatro objeciones basadas en fundamentos psicohistóricos, las cuales, en su mente, deberían ser suficientes para mostrar que la evidencia para milagros es, de hecho, extremadamente débil e increíble: Primero, ningún milagro ha sido presenciado por hombres suficientemente educados y honestos en ningún lugar importante del mundo.19 Segundo, los humanos anhelan lo sobrenatural y aceptarán historias milagrosas sin sentido, en contradicción con su sabiduría convencional. Tercero, los milagros “predominan entre las naciones ignorantes y bárbaras”20, y cuarto, los informes de milagros en todas las religiones terminan anulándose mutuamente, dejando a las creencias de todas las religiones mutuamente sin fundamento e igualmente falsas.
Ninguna de las máximas de Hume — tomadas individual o conjuntamente — sustenta un caso sólido en contra de los milagros: la primera afirmación solo puede ser cierta si todos los presuntos testigos de milagros de todos los tiempos hubieran sido tomados bajo escrutinio y se hubiera encontrado no sólo sin educación y deshonestos sino también testigos falsos. La falta de educación y el analfabetismo no necesariamente convierte a un testigo en no confiable “a-priori”; esto simplemente es una afirmación carente de pruebas.
En cuanto a la segunda afirmación; aunque los humanos anhelen lo sobrenatural, no significa que, aunque algunos lo hacen, todos aceptaremos acontecimientos milagrosos sin evidencia. Este punto no menoscaba la historicidad de los acontecimientos milagrosos.
Tercer punto: Fui criado en un país del tercer mundo y tengo que estar de acuerdo con Hume en que las historias milagrosas, de hecho, predominan en las naciones “bárbaras”; pero, de nuevo, este punto no menoscaba la investigación histórica realizada aun en países subdesarrollados — si Dios existe — el puede actuar si él quiere y todos los presuntos milagros pueden ser filtrados a través del colador histórico de la investigación. Quitarle confiabilidad a las personas sin educación es argumentar ad hominem o contra la persona.
El cuarto punto de Hume (que los milagros pasan en muchas religiones y por tanto se cancelan mutuamente) no tiene mérito. Aquí, Hume implica que no todas las religiones pueden ser verdaderas — lo cual es correcto — pero eso no necesariamente significa que todas sean falsas. “El dinero falso no niega la existencia del genuino.”21 Los oponentes son útiles en este caso; ya que, en nuestro sistema legal, cuando los testigos dan testimonio contradictorio, los abogados no simplemente se dan por vencidos y se van a casa. Ellos tratan de dominar el testimonio del oponente — conocido como rebatir al oponente — o de sabotear y generar dudas sobre la evidencia del rival — conocido como socavar al oponente. Ambas estrategias son relevantes en la evaluación de milagros de diferentes religiones y pueden usarse activamente en la investigación histórica.22
Los documentos antiguos que describen milagros pueden tener a la crítica textual, la cronología, la arqueología y la confiabilidad en general como potenciales oponentes.
Vale la pena notar que, después de postular su cuarto punto contra los milagros, Hume no analiza la evidencia de milagros en los evangelios o aun en la resurrección. En cambio, enfoca su atención a favor de otros milagros menos conocidos de Vespasiano, los cuales (irónicamente) espera que sus lectores consideren creíbles para anular los milagros del Evangelio. Es improbable que los milagros cristianos le escaparan de la mente; ya que, al principio de su ensayo, claramente afirma que la autoridad de la Escritura o de la tradición esta “simplemente basada en el testimonio de los apóstoles, quienes fueron testigos presenciales de los milagros de nuestro Señor.”23
Aparentemente, Hume intentó desacreditar el cristianismo y la resurrección, por «default», confrontando un milagro con otro para que se anularan mutuamente. Timothy y Lydia McGrew desenmascaran dos premisas tácitas del razonamiento de Hume:
1) que la evidencia para estos milagros alternativos es de todas maneras igual o superior a la de la resurrección y 2) que los eventos reportados no son dignos de crédito. La retórica de Hume sugiere indirectamente que quiere respaldar ambos acontecimientos, aunque nunca sustentó ninguno con argumentos directos y eso sería imposible sin apoyar el primero sin considerar directamente la evidencia para la resurrección.24
Hume podría haber gastado el resto de su ensayo refutando los milagros cristianos con hechos conocidos directamente en lugar de ejercer un juicio por poder, tratando de dar credenciales a los milagros de Vespasiano, como lo muestra Tácito — lo cual puede ser fácilmente desacreditado por razones históricas.25
Estos cuatro puntos tienen algún peso; “pero el hecho es”, agrega Craig, “que estas consideraciones generales no pueden usarse para decidir la historicidad de ningún milagro en particular.”26
Conclusión
Tenemos que agradecerle a Hume por darnos una advertencia razonable contra nuestra ingenuidad y los peligros de creer en historias improbables y no comprobadas sin que hayan sido sometidas a análisis adicionales. Hume tuvo el don de identificar problemas importantes y disecarlos provocativamente; pero los argumentos que el presentó no logran el objetivo que tenía en mente cuando se analizan con un ojo crítico y son despojados de toda brillantez y ambigüedad retórica. Hume nos advierte que “la elocuencia, en su máxima expresión, da poca cabida a la razón y a la reflexión; pero llevándose completamente a la imaginación de los afectos, cautiva a los oyentes dispuestos y controla su entendimiento.”27 A este respecto, Hume estaba en lo correcto, pero debería haber escuchado su propia advertencia antes de escribir “De los milagros”, en lugar de halagarse a si mismo prematuramente.
- “Me jacto de haber descubierto un argumento de tal naturaleza, que, aunque sea con el sabio y el entendido, será una evidencia duradera para toda clase de engaños supersticiosos y, por tanto, será de utilidad mientras este mundo exista.” David Hume. “De milagros,” en An Enquiry concerning Human Understanding, of The Philosophical Works of David Hume, ed. Adam y Charles Black, vol. IV (Boston: Little Brown and Company, 1854), 125. ↩
- Ibid., 149. ↩
- Ibid., 146. ↩
- Ibid., 130. ↩
- Ibid., 150. ↩
- John Earman, Hume’s Abject Failure: The Argument Against Miracles, (New York, New York: Oxford University Press, 2000), 12. ↩
- David Johnson, Hume, holism and miracles, (Ithaca, New York: Cornell University Press, 1999), 17. ↩
- Ibid., 16. ↩
- Hume, The Philosophical Works of David Hume, 130. ↩
- Victor Luckerson, “If a Meteorite Hits Your Home, Are You Insured?”,Time Magazine Online, http://business.time.com/2013/02/15/if-a-meteorite-hits-your-home-are-you-insured/ (accessed March 28, 2013). ↩
- Normal L. Geisler, Miracles and the Modern Mind: A defense of Biblical Miracles (Matthews, NC: Bastion Books, 2012), 24. ↩
- «Algo es verdad porque la mayoría de la gente lo cree» ↩
- Earman, Hume’s Abject Failure, 75. ↩
- William Lane Craig and J. P. Moreland, ed., “The Argument from Miracles”, The Blackwell Companion to Natural Theology (Malden: Blackwell Publishing, 2009), 640-50. ↩
- Nicholas Humprey, Leaps of Faith: Science, Miracles, and the Search for Supernatural Consolation (New York: Copernicus, 1999), 77 (énfasis añadido). ↩
- “Ahora, por supuesto que tenemos que estar de acuerdo con Hume en que si absolutamente hay “experiencia uniforme” contra los milagros, si, en otras palabras, nunca han sucedido, por qué entonces nunca lo han hecho. Desafortunadamente, sabemos que la experiencia en contra de ellos es uniforme sólo si sabemos que todos los informes de ellos son falsos; y podemos saber que todos los informes son falsos sólo si ya sabemos que nunca han existido milagros; de hecho, estamos en un círculo vicioso.” C. S. Lewis, Miracles (New York, New York: HarperCollins Publishers, 2001), 162. ↩
- Earman, Hume’s Abject Failure, 61 (énfasis añadido). ↩
- Hume, The Philosophical Works of David Hume, 132. ↩
- Parafraseado de la cita anterior. ↩
- Ibid., 135. ↩
- Michael R. Licona, The Resurection of Jesus (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2010), 146. ↩
- Parafraseado de R. Douglas Geivett and Gary R. Habermas, ed., “Miracles in the World Religions”, In Defense of Miracles: A Comprehensive Case for God’s Action in History, (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1997), 200. ↩
- Hume, The Philosophical Works of David Hume, 124. ↩
- Craig and Moreland, The Blackwell Companion to Natural Theology, 654. ↩
- “Las dos curas mencionadas parecen haber sido sugeridas por dos (para ser) reportadas en el Evangelio de Marcos; en particular, el uso de la saliva para ungir los ojos de un hombre ciego se parece sorprendentemente a la cura de Betsaida contada en Marcos 8:23. Si es así, todos los casos apoyan la tradición antigua que se encuentra en Eusebio, Epifanio y Jerónimo, de los cuales Marcos publicó copias de su Evangelio en Alejandría. La publicación podría haberse hecho al menos unos cuantos años antes de la llegada de Vespasiano, en aproximadamente 69 AC. De este modo, el ejemplo de Hume tomó en sus manos un giro que él no podría haber previsto. La gran similitud entre las curas atribuidas a Vespasiano y las de Cristo sustentan adicionalmente la afirmación de que los relatos del Evangelio fueran publicados mucho antes de lo que los escépticos eruditos bíblicos querrían admitir.” Ibid., 656. ↩
- Craig, Reasonable Faith, 277. ↩
- Hume, The Philosophical Works of David Hume, 134. ↩